Pese a ser uno de los distritos más afectados por el
llamado Niño Costero, Catacaos celebró su fe en la tradicional Semana Santa. Los
sacerdotes resaltaron la fe y convicción de los creyentes y pidieron sean
escuchadas sus peticiones.
Por
Milagros Ramos Coronado
Profesor:
Hernán Valdizán
Comunicación
Intercultural de la Facultad de Ingeniería Ambiental.
Las
calles muestran aún lo sucedido en el distrito de Catacaos, las marcas de lodo
y el polvo que envuelve la ciudad nos hacen recordar lo que hace poco tiempo
tuvieron que enfrentar. Sin lugar a dudas uno de los desastres naturales más
fuertes para nuestros hermanos del norte del país.
Sin
embargo, las calles poco transitadas y golpeadas aún por el fenómeno fueron
escenario de la más significativa y tradicional Semana Santa. En el Domingo de
Ramos se dio apertura a esta gran celebración, aparte de la bendición de los
ramos en la misa, también se llevó a cabo la procesión de la Virgen Dolorosa,
cientos de fieles acompañaron esta peregrinación y llenos de fe comenzaron la
vivencia de su Semana Santa.
Años
atrás esta celebración reunía a cientos de familias. Este año, el inicio de la
Semana Santa se presentó algo deslucida y apagada en fe; sin embargo, a medida
que avanzaban los días, los fieles aumentaban su devoción y confiados en el
amor de su Padre Celestial pedían en oración que calmara la fuerza de la naturaleza
y que permitiera a todos resurgir de la desgracia vivida.
Muchos
pedían por todos sus hermanos Piuranos y por todas las familias desamparadas,
olvidando por un momento la situación en la que se encontraban, mostrando su
nobleza y buen corazón.
Los
pobladores acompañados del alcalde de
Catacaos y los regidores de la zona ofrecieron
un ramo de vistosas flores a la imagen que representa a la Virgen
Dolorosa, la que también se le conoce como Virgen de la Piedad, Virgen de las
Angustias, Virgen de la Caridad o de la Soledad, esto como agradecimiento a la
vida.
Esta
celebración no pudo estar sola y fue acompañada por deliciosos platillos y
danzas del lugar, momento perfecto para olvidar y dejar atrás lo vivido, tomar
fuerzas y continuar.
Todos
los fieles y pobladores del lugar fueron invitados por el párroco a vivir con más
unión, fortaleza y templanza. Esas palabras llevaban un mensaje de esperanza
para un pueblo que lo perdió todo, y que ahora se aferra a Dios, a su fe y a la
fortaleza que su Padre Celestial les otorga en momentos difíciles.
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