Sobre la cultura en estos tiempos cercanos a la segunda vuelta
electoral...
Por: Ximena López Bustamante (VII ciclo).
El organismo cultural de este
atesorado país no es un maniquí y mucho menos un cadáver. Todos existen pero no
muchos viven. Política, economía, salud, educación, etc. son organismos que
obtienen la misma importancia y trascendencia cuando se habla de desarrollo.
A puertas de acabar estas peculiares
elecciones presidenciales, tras tachas, denuncias, entre otros fallos, apelo a cuestionarnos
si algún candidato ha incluido reales políticas culturales en conjunto con las
demás propuestas, para encaminar nuestro país. Sabemos a ciencia cierta la
poderosa genética que arrastramos en las venas desde tiempos remotos. Esa misma
herencia es la que nos hace un país emergente, un país que no se quiere quedar
en la escala menor, uno que lucha y se abre camino en los horizontes del
desarrollo y el progreso.
La pregunta siempre es la misma
¿por qué no apoyar la cultura y a sus voceros cuando el Perú tuvo y tiene un
sinfín de artistas y creativos? Dichosos los que mantienen viva la llama de la
esperanza y la motivación, los que mejoran en casa para después ayudar a los
vecinos, a todos ellos los abrazo, los admiro. Entiendo que es difícil seguir
maravillándose de lo que parece común. Entiendo que hayas caído en el
cretinismo, que nada te sorprenda, que nada te emocione. Entre tanta banalidad,
es difícil mantener clara la consciencia, despejados los sentidos y despierta
la intuición. Sin embargo, existe el arte.
Entonces vino un hombre y rogó que
no muriera, vino otro, otro y otro y la súplica era la misma: no mueras.
Vallejo no mentía cuando en Masa escribía
que ni todo el amor del mundo podría contra la muerte, pero sí el clamor de todos
los hombres de este mundo. Son estas palabras las que muchos de mis
compatriotas han olvidado o tal vez nunca escucharon. Son estas mismas palabras
las que echaron a andar a un hombre que se suponía era un cadáver. Son estas
mismas palabras las que suplico repitan: no mueras.
Al sobrino que empezó a dibujar
sin motivo alguno y halló la calma, no mueras. Al peatón que encontró un puente
peatonal y cruzó la calle, no mueras. A la madre que caminó un par de cuadras
más para botar el desperdicio en la basura, no mueras. Al padre que llevó a su
retoño al teatro y no a comprar banalidades, no mueras. Al joven que sigue
luchando por sus ideales y un futuro mejor, no mueras. Al profesor que sigue
memorizando nombres, no mueras. A ti mismo, que sigues creyendo en la
unificación de los organismos institucionales de nuestro país y luchas día a
día contra la crueldad del mundo, no mueras. A todo ciudadano que aún posee
identidad, no mueras.
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